Taganana

El orgulloso ejército fué a morir al lado de la mar.
Nunca se rindió.
Todavía se yerguen sus lanzas petrificadas y altivas.
Allí siguen aún.
Son dioses de los hombres que llegaron después, 
pero, acariciaron sus almas y sus vidas,
y no las estrecharon,
como a sus calles blancas y a sus huertos.

El pueblo de espuma es hermano el viento, y conoce bien,
la mar y el cielo,
y las aves, y su vuelo.
Allí, vive el arbol retorcido
que olvido cuándo nació, y no sabé cuando morirá,
porque el tiempo desterró la prisa y la esclavitud de lo efímero.
Nunca formaron parte de él,
y sólo habitan en nuestras almas atormentadas.